La visión y el sentir occidental de la domesticidad viene expresado como forma de aniquilación personal, de frustración, adaptación y de doma. Como una perdida de tiempo, de descanso y de ocio, perdida de intimidad que genera multitud de conflictos en la conciliación con las tareas profesionales así como en la relaciones personales dentro del contexto del hogar. Con mi propuesta artística no me interesa tanto el intenso debate de género que subyacente ( dejando fuera ya el discurso feminista que nos planteaban Marina Abramovich o Marta Rosler que hacian de la domesticidad su fuerte y su contexto en su discurso en defensa de la identidad femenina) sobre la distribuión de las cargas domésticas. Si más bien me interesa focalizar por encima de quién las pueda realizar, la propia actividad doméstica y su colección infinita de gestos reiterativos y rutinarios: frotar, rascar, sacudir, mezclar, lavar, coser, zurcir, unir, mover, barrer, batir, triturar, planchar, doblar, colar, etc, ......
Representar un estado de desaparición progresivo, entre el cuerpo y el objeto, entre el yo y el otro. Un momento vivido, en el vilo de la espera, de la calma y de la relajación interior. Es la intención de este proyecto artístico en el que se pretende alcanzar un estado de ingravidez discursiva, articulada y ceremoniosa, fetiche de momentos y emociones vividas. Mi mirada anima a los objetos en un teatro que repite la doble acción de la aprensión y de la desaprensión, el paso del dolor y la frustración de las tareas domésticas, al disfrute y al placer, la necesidad de poseer y a la vez la calma tras dejarse ir. La repetición de los gestos própios de la tareas domésticas transmutadas en actos de meditación zen de limpieza interior mientras cuido lo exterior. Son generadoras de situaciones de picnolépsia3 y de desconexión del hecho que nos ocupa para desaparecer en pensamiento.
Quiero mediante lo cotidiano inspirar nuevas asociaciones curiosas, de ese mundo tan cercano a todos, a una descripción admirada de lo visto, superando las miopias llevando lo doméstico hasta la sobrecarga de la liturgia. Evidenciar la inmediatez de un entorno humano y someterlo a un nuevo contexto para relativizar las barreras de lo cotidiano y lo artístico. En realidad este conjunto de piezas aluden a un sistema propio de organización, de valorización y finalmente a una estética individual que responda a las necesidades inmediatas de cada ser. Esta propuesta apunta hacia una forma de ordenación que corresponda a la organicidad del complejo desarrollo indiviual para ampliar así el estrecho espacio que la sociedad concede a las diferencias del desarrollo humano.